domingo, 6 de octubre de 2013

BIOGRAFÍA JOSÉ ANTONIO FERNÁNDEZ ORDÓÑEZ.




JOSÉ ANTONIO FERNÁNDEZ ORDÓÑEZ (N. MADRID; 18 DE NOVIEMBRE DE 1933 - M. 3 DE ENERO DE 2000)


José Antonio Fernández Ordóñez, ingeniero civil, nacido en Madrid, España, en 1933. Hijo de una familia numerosa, y con genes matemáticos, pues la gran mayoría de los profesionales  de la familia se desempeñaban en el ámbito de las ciencias puras y en las ingenierías. Hechos relevantes marcaron su educación, como fue pasar todo un año en Peña grande para curarse de una terrible pleuresía que padecía. Es allí, donde sus hermanos, su padre y el párroco del pueblo le empezaron a inculcar el hábito de la lectura, ya que constantemente le traían libros para que leyera, reflexionara y adquiriera criterios propios. Uno de sus hermanos Francisco, que llegó a ser Ministro de Asuntos Exteriores, fue su mayor punto de referencia ya que le llevaba libros de poesía de Cernuda, Juan Ramón Jiménez y Antonio Machado.

Sobre su vocación como ingeniero civil se dice que principalmente José Antonio Fernández empezó su camino en la ingeniería sin tener un rumbo fijo, pero con el tiempo se fue enamorando de la carrera y después de cuatro años logró ingresar en la Escuela de Caminos de Madrid, pero fue allí, en los últimos cursos, donde algunos profesores como José Entrecanales y Eduardo Torroja hicieron que su dedicación fuera al máximo y que por fin adquiriera la vocación, no por la transmisión de conocimientos sino por la visión de la vida profesional que aprendía con ellos: el amor a lo bien hecho, la tentación del riesgo y su contrapeso en la seguridad de las obras, la honradez en la utilización del dinero ajeno, la manera ética y digna, en resumen, de entender la profesión.

Al igual que su hermano Paco, José Antonio supo conjugar el mundo de la teoría con el de la práctica a lo largo de toda su educación. Supo llevar a la práctica ingenieril todo el mundo poético y artístico que había estudiado o simplemente vivido. Como profesor defendía una enseñanza que acercara al estudiante al proyecto constructivo y al conocimiento del medio natural que lo integra, y esto desde el primer año de aprendizaje, eso sí, sin olvidar todos los cálculos abstractos. Su verdadera vocación y su mayor contribución al mundo ingenieril fue su gran Dialéctica y su enorme energía y vitalidad a la hora de defender sus ideas, y esto lo puso en práctica en toda su carrera profesional.

En la Escuela Superior de Ingenieros de Caminos, Canales y Puertos y siguiendo la tarea profesional de los profesores Lucio del Valle, Tomás García Diego y Santiago Castro Cardús, José Antonio Fernández Ordóñez trató de impartir, en sus clases, una enseñanza con un carácter humanista muy marcado. Primero empezó como adjunto de Santiago Castro y años más tarde creó la Cátedra de Arte y Estética de la Ingeniería en la Escuela de Madrid. A su enseñanza le daba mucha importancia a la formación de la sensibilidad mediante un conocimiento del arte y el amor por las formas, todo partiendo del pasado, es decir, de los grandes ingenieros de la historia. Esta labor también la cumplió como presidente del Colegio de Caminos Canales y Puertos. Su nombramiento, en 1974, estuvo rodeado de una enorme tensión política y casi fue más celebrado por el mundo de la cultura que el del cuerpo de ingenieros. Fue elegido como representante de un grupo de jóvenes profesionales con ganas de romper con las políticas continuistas que venían imperando en el Colegio.


Al terminar la carrera se incorporó en Pacadar, empresa de prefabricados de su padre. No obstante, desde 1964 y junto con Julio Martínez Calzón se fueron especializando en la proyección de puentes, haciendo varias rehabilitaciones y algunas nuevas intervenciones muy significativas. Julio Martínez Calzón era un especialista en estructuras metálicas y aunque tenía una concepción de la ingeniería muy diferente, se complementaba muy bien con la de José Antonio, y así se muestra en todas las obras que realizaron. Lo que para muchos hubiera sido un impedimento, el diálogo previo a cualquier elaboración de un proyecto era muy enriquecedor para ambos. Además de esto, introdujeron nuevos conceptos históricos y estructurales en cada proyecto que hacían, hecho que ha contribuido a que su obra fuera poco extensa pero muy sobria. Tenían un concepto de puente muy general, es decir, en todos sus puentes se puede ver una búsqueda por la esencia de buscar esta novedad en la historicidad de los mismos para a partir de esto llegar a nuevas propuestas estéticas. Nuevos elementos técnicos como: elementos industriales, prefabricados, estructura mixta, tirantes, etc. Le permiten dar un giro a la forma 33 estéticas del pasado. Para él lo esencial estaba en el orden en que se disponen los materiales en la estructura y de esta conexión salen todos los aspectos estéticos que deben apreciarse en las construcciones civiles.

Su primer proyecto con Julio Martínez Calzón fue presentar un proyecto para el concurso del viaducto de Plaza de Cuatro Caminos, recibiendo un escrito laudatorio del Jurado Calificador que los ilusionó y ayudó en perspectivas futuras. Fue en 1968 con solo 35 años de edad, una edad muy prematura para un proyectista de infraestructuras civiles, cuando ganaron el concurso para la construcción de un viaducto en La Castellana. El viaducto se detallará más adelante como el ejemplo inicial del tratamiento estético de todos sus proyectos. No obstante, otras construcciones, no menos relevantes estéticamente fueron apareciendo a lo largo de toda su dilatada carrera profesional, siempre conjuntamente con Julio Martínez Calzón. Unos de sus últimos proyectos en vida, fueron la pasarela peatonal de Abando ibarra en Bilbao y el Puente Infante Don Henrique sobre el río Duero en Oporto. Al morir José Antonio, su hijo Lorenzo Fernández Ordóñez, arquitecto de profesión, retomó la dirección de las obras.

Por último, en el puente de Oporto en el cual colaboraron Antonio Adao Da Fonseca, Francisco Millanes Mato, Adalberto Díaz y Alexandre Burmester fue una de sus obras más ambiciosas e interesantes, no sólo desde el punto de vista constructivo, sino también desde un enfoque estético. El puente consiste 35 en un arco abatido tipo Maillart, muy esbelto y con un tablero de gran rigidez. El carácter geométrico formado por grandes planos le da una rigidez sobria, contundente y elegante al mismo tiempo. Esta marcada funcionalidad marcada en una forma muy estructural trataba de no marcar competencia con los otros puentes de la ciudad de Oporto, y es por eso que la solución formal fue discreta aunque con mucha potencia. Esta limpieza de modo que el puente se muestran del modo más puro posible, sin ningún añadido ni decoración viene acompañada por una regularidad geométrica constituida por elementos rectos muy marcados. La teórica humildad funcional del puente también se traslada a la ciudad, con la no colocación de elementos elevados en el tablero del puente, sin afectar así el paisaje de los alrededores del río Duero más allá de la propia estructura. El proyecto fue uno de los últimos del equipo de José Antonio y no por eso dejaron de innovar en su proyección. Junto con Julio Martínez Calzón intervinieron también en otros proyectos como: los puentes gemelos sobre la Nacional II en San Fernando de Henares, formados por un arco de enorme tensión y ligereza; el paso de acceso al recinto de IFEMA, en Madrid, con sus pilas clásicas de marco hueco; el puente de Fontejau sobre el Ter en Girona integrando todos los elementos históricos y estéticos de todas las obras públicas del pasado en Girona, y un largo etc. de construcciones elevadas.

Su visión urbanística se entrevé, aunque no de un modo explícito, en todos sus puentes. El proyecto de la avenida de la Ilustración de 1982 encargado por el alcalde de Madrid Enrique Tierno Galván sirvió para solucionar los conflictos sociales que provocaba el nuevo trazado. Fue singular su proyecto ya que pocos ingenieros confiaban en su valúa urbanística. Los vecinos querían la zona para su disfrute personal y no como una vía de tráfico intenso, y José Antonio Fernández Ordóñez trazó el típico bulevar Madrileño aportando en él, de nuevo, elementos artísticos. No obstante, en la actualidad toda esta filosofía artística y integradora medioambientalmente no se está respectando y la vía se está convirtiendo en una vía rápida de paso para los vehículos. 

Aunque no se especializó en la redacción de proyectos de urbanizaciones o de paisajismo, el dominio que tenía tanto a escala urbana como a escala del medio natural era muy significativo. Sólo hace falta remarcar la cantidad de esbozos y propuestas que hacía de las pilas de sus puentes para ver la magnitud de esta búsqueda por la escala correcta según el marco o territorio a intervenir. Sumado a esto, la enorme posibilidad de soluciones que los medios de cálculo y tecnológicos podían plantear, José Antonio Fernández Ordóñez y Julio Martínez Calzón trataban de enfocar sus proyectos de modo que se evitase cualquier exceso formal y alcanzar así la esencia de la estructura. Tal como decía siempre Fernández Ordóñez en boca de Brancusi: “La simplicidad no es una meta, pero uno llega a ella a pesar de sí mismo, tal como uno se acerca al significado real de las cosas”. Trataba a la forma como resultado de un proceso, no algo previsto de antemano, apoyando así la ingeniería de los ingenieros de los años treinta, los cuales apostaban por la ligereza, un amor  por el riesgo hasta los límites de lo posible, un desdén por lo económico y un profundo y nuevo sentimiento de calidad estructural”

 José Antonio fue un gran animador en el panorama del arte español contemporáneo dándole a conocer en el mundo. El arte fue una idea dominante en su vida y en su trabajo, concibiendo la ingeniería como una de las bellas artes. Comentaba: “Nosotros los ingenieros de Caminos, sin dejar de ser especialistas, no podemos abandonar la vocación universal del hombre. Estas exposiciones nos ayudarán, no sólo a acercar nuestra obra a los demás, desmitificando la magia de nuestra técnica, sino a responsabilizarnos públicamente de nuestro trabajo, a elevar nuestro nivel de exigencia, a comprender mejor nuestras responsabilidades y a escuchar con atención la respuesta del mundo interior de otros hombres con otros quehaceres”. “Nuestra profesión debe aspirar siempre a convertirse en una fuerza al servicio de la comunidad, una palanca viva de creación, de innovaciones, de educación y de cultura”. En definitiva, José Antonio Fernández Ordóñez buscaba agitar la figura y la función del Ingeniero de Caminos.

Finalmente José Antonio Fernández Ordóñez a causa de un cáncer hepático falleció el 3 de enero de 2000.

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Escogí a José Antonio Fernández Ordóñez como personaje para hacer la biografía porqué al hacer un breve escrutinio de su biografía me encontré con cosas que  llamaron mi atención, cómo lo fue el saber qué al iniciar su carrera como ingeniero civil Fernández Ordóñez no estaba seguro de que esa fuera la profesión ideal para él pero a medida que transcurrió el tiempo el se dió cuenta de qué esa era su vocación. La carrera de Fernández estaba centrada en el servicio de la comunidad ya qué para él el servicio garantizaba el avance y la innovación en educación y en cultura de un ambiente social y esta debe ser la convicción de todo ingeniero, transformar, cambiar e innovar para qué igual que José Antonio Fernández Ordóñez aportemos un poco a la practica ingenieril. 


Fuente de información:
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Anderson Fabian Santos Meza
Ingeniería civil- Universidad Industrial de Santander 
2130285

1 comentario:

  1. Muchas gracias por compartir esta entrada. :) En Ediciones Menguantes (menguantes.com) los puentes nos parecen construcciones fascinantes. Hace poco publicamos un libro ilustrado acerca de 50 puentes de todo el mundo: "Puentes, no muros", de los autores italianos Pia Valentinis y Giancarlo Ascari. ¡Un saludo y feliz año!

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